UN REY POBRE

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Jesús fue circuncidado al octavo día, en cumplimiento con la ley. Después de los cuarenta días de haber nacido Jesús, sus padres lo llevaron al templo de Jerusalén, para presentárselo a Dios y dar cumplimiento a lo escrito en la ley y para dar la ofrenda: Un par de tórtolas o dos pichones de paloma (Lucas 2:21-24).

Estaba escrito en la ley, que la madre debía llevar como ofrenda un cordero de un año para el holocausto y un pichón de paloma o una tórtola para el sacrificio por el pecado. Pero si la familia era pobre y no tenía para un cordero, entonces podía llevar dos tórtolas o dos pichones de paloma, uno para el holocausto y el otro para el sacrificio por el pecado (Levítico 12:2-8).

De acuerdo con lo escrito por Lucas, por causa del nacimiento de Jesús ellos debían llevar un par de tórtolas o dos pichones de paloma. Con esto, quedó evidencia de su situación económica: Ellos eran pobres, no pudieron comprar un cordero.

Esta situación parece contradictoria, pues el ángel había dicho a María que ella concebiría y daría a luz un hijo que iba a ser grande, llamado Hijo del Altísimo, se le daría el trono de David y reinaría para siempre en un reino sin fin (Lucas 1:31-33). Pero su condición al momento no fue precisamente la de un príncipe, sino que nació en el seno de una familia pobre en una pequeña ciudad.

¿Dónde estaban las riquezas del rey David? ¿Cuál era la ubicación de su palacio? Ni riquezas, ni palacio. Jesús fue un Rey pobre, pero de la pobreza se levantó para estar hoy sentado a la diestra de Dios.

Nosotros esperamos su gloriosa venida, porque la segunda vez no vendrá como un niño indefenso y pobre, sino como el REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. Vendrá para reinar con poder y gloria: “El séptimo ángel tocó la trompeta. Y en el cielo se oyeron grandes voces que decían: "El reino del mundo ha venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo. El reinará por los siglos de los siglos."” (Apocalipsis 11:15).

Querido lector, ¿ha sufrido usted por la pobreza alguna vez? Jesús también, pero eso no le impidió ser Rey. ¿Ha sido usted despreciado alguna vez? Jesús también, pero eso no le impidió ser Rey.

Las verdaderas riquezas no se cuentan por lo que tenemos, sino por lo que somos. Jesús era un Rey, con riquezas o sin riquezas.

No desmayemos, busquemos a Jesús porque para usted y para mí también está reservado un reino, pues seremos reyes: “Y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre; á él sea gloria é imperio para siempre jamás. Amén” (Apocalipsis 1:6).

Siéntase como de la realeza, con riquezas o sin riquezas.

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