LIBRE ALBEDRÍO

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Y Jehovah Dios mandó al hombre diciendo: "Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que comas de él, ciertamente morirás."” (Génesis 2:16-17).

Note usted que Dios le permitió muchas cosas a Adán, pero de las prohibiciones sólo se menciona una: No comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. El Eterno advierte a Adán de una de las consecuencias negativas que tendría al comer del árbol del conocimiento del bien y del mal: La mortalidad.

Mientras Adán y Eva moraban en el jardín, el concepto de muerte para ellos era abstracto, inmaterial, sin lugar en la realidad. Desde el momento en que probaran del árbol vedado, la muerte se haría parte integral de sus vidas. Eso es lo que Dios le dice: Si comes, entonces morirás, no ahora, no ya, no cuando lo estés masticando, pero ciertamente morirás.

¿Por qué Dios plantó ese árbol y por qué prohibió comer de su fruto? Pues bien, Dios le dio libre albedrío al hombre para que decidiera qué camino tomar. Dios hizo al hombre recto, lleno de bondad, en él no había maldad, pero no se le negó la oportunidad de conocer el mal, pues él mismo debía decidir entre hacer el bien y servir a su Creador eternamente o conocer el mal y alejarse del que lo formó, para convertirse en un ser mortal.

Todos conocemos la historia, el hombre optó por el camino equivocado, lo cual trajo consecuencias desastrosas para la humanidad: “Mira, he hallado sólo esto: que Dios hizo al hombre recto, pero los hombres se han buscado muchas otras razones” (Eclesiastés 7:29).

Han transcurrido varios milenios después del pecado de Adán, pero la humanidad continúa haciendo mal uso del libre albedrío, porque no ha habido ser humano que no haya pecado, excepto Jesús: “Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre y la muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).

Pero a pesar de nuestra maldad, Dios proveyó de un medio para huir de la muerte eterna a través de Jesucristo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Querido lector, ¿qué está haciendo usted con su libre albedrío? El camino del bien y el camino del mal están disponibles para que usted y yo con libertad caminemos por el que se nos antoje, pero cada uno de ellos tiene un final diferente. ¿Por cuál camino va usted?

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