BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO

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Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. Le preguntaron y le dijeron: --¿Entonces, por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? Juan les respondió diciendo: --Yo bautizo en agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Juan respondió a todos, diciendo: --Yo, a la verdad, os bautizo en agua. Pero viene el que es más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado. El os bautizará en el Espíritu Santo y fuego” (Juan 1:24-25; Lucas 3:16).

Parece ser que los fariseos eran insistentes acerca de la autoridad de Juan para bautizar, a lo cual él respondió que entre el pueblo había uno a quien ellos no conocían, quien a diferencia de él, los bautizaría en Espíritu Santo y fuego.

Juan profetizó la primera manifestación de la llegada del poder de Dios a los discípulos, lo que se cumplió en la fiesta del Pentecostés: “Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. Y de repente vino un estruendo del cielo, como si soplara un viento violento, y llenó toda la casa donde estaban sentados. Entonces aparecieron, repartidas entre ellos, lenguas como de fuego, y se asentaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:1-4). Este fue un acontecimiento único y no repetido, porque se constituyó en una señal de la Iglesia primitiva.

A raíz de lo dicho por Juan acerca del bautismo en el Espíritu Santo y su cumplimiento el día de Pentecostés, el evangelio fue propagado con grandes señales y prodigios. Pero nunca volvió a ocurrir otro evento como el día de Pentecostés, aunque se registraron otros en los cuales el Espíritu Santo fue manifestado, no pudiéndose ubicar algo similar en estos casi dos mil años de historia cristiana. Por supuesto que esto no significa que los cristianos en la actualidad no recibimos el Espíritu Santo, porque está escrito: “Arrepentíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

A mediados del Siglo XIX surgió un movimiento mundial denominado “pentecostalismo”, que hace un gran énfasis en el bautismo en el Espíritu Santo sobre sus miembros, quienes tienen como característica notable una gran gama de manifestaciones que puede variar según la corriente, especialmente la glosolalia, acompañada de un fuerte éxtasis que los hace reír, llorar, gritar, danzar, entre otras. Respeto mucho a los que realizan tales prácticas, pero no puedo dejar de escribir que éstas no aparecen registradas en la Palabra de Dios, por lo que no puede decirse que eso es evidencia del bautismo en el Espíritu Santo.

¿Cuáles son las verdaderas evidencias del Espíritu Santo?: “Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio” (Gálatas 5:22-23); “Porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, y justicia, y verdad” (Efesios 5:9 RV1909).

De manera querido lector, que la evidencia del Espíritu Santo en nuestras vidas es mucho más que manifestaciones corporales que nos conducen al éxtasis emocional. Realmente el Espíritu Santo produce en el cristiano un cambio de vida que inunda al creyente de amor, gozo, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio, justicia y verdad.

Ruego a Dios que el fruto del Espíritu Santo sea una realidad en nosotros y que nuestra conexión con el Todopoderoso no sea un emocionalismo carente de razón, sino que vivamos en armonía con nuestros semejantes y que cumplamos la voluntad de Dios.

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