REINO ANIMAL

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Entonces dijo Dios: "Produzca la tierra seres vivientes según su especie: ganado, reptiles y animales de la tierra, según su especie." Y fue así. Hizo Dios los animales de la tierra según su especie, el ganado según su especie y los reptiles de la tierra según su especie. Y vio Dios que esto era bueno” (Génesis 1:24-25).

En el sexto día de la creación, Dios inició haciendo que la tierra produjera, todas las bestias, animales del campo, animales que reptan y todos los animales que andan sobre la tierra. No cabe duda que a Dios le agradó la vida sobre la tierra, pues vio que era bueno.

Partiendo de algunos fósiles, algunos científicos han hecho conjeturas de que el hombre evolucionó de un estadio primitivo hasta el hombre moderno. No se puede dar toda la credibilidad a los fósiles encontrados, pero tampoco se debe descartar que los mismos correspondan a algunas especies de animales que la tierra produjo al principio y que posteriormente se extinguieron. Si esto fuera así, de todas formas estas bestias nada tuvieron que ver con el ser humano, porque éste fue formado directamente por Dios y no producido en masa por la tierra, como ocurrió con los animales.

Dios hizo al “reino animal” en el quinto y sexto días, previo a la formación del ser humano. La ciencia ha enseñado que el hombre pertenece al “reino animal”, pero según las Escrituras, el hombre es poco menor que los ángeles, por lo que no puede decirse que somos “animales racionales”: “digo: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes; y el hijo de hombre, para que lo visites? Lo has hecho un poco menor que los ángeles y le has coronado de gloria y de honra. Le has hecho señorear sobre las obras de tus manos; todo lo has puesto debajo de sus pies: ovejas y vacas, todo ello, y también los animales del campo, las aves de los cielos y los peces del mar: todo cuanto pasa por los senderos del mar” (Salmo 8:4-9).

No obstante, hay hombres y mujeres que por su forma de vida, ellos mismos se rebajan a conductas animales, actuando más por impulsos carnales instintivos que por la razón, provocando que no puedan gobernar sus pasiones, cayendo en el libertinaje y en el desenfreno: “Jehovah vio que la maldad del hombre era mucha en la tierra, y que toda tendencia de los pensamientos de su corazón era de continuo sólo al mal” (Génesis 6:5). Esta situación continúa hasta nuestros días, porque la bondad parece locura.

Las bestias salvajes matan a sus presas por hambre, pero los seres humanos matan a sus semejantes por placer, por dinero o por cualquier cosa sin importancia. Hace unos días en Guatemala, capturaron a un sicario que acaba de disparar en contra de un piloto de autobús y su ayudante; cuando la prensa lo interrogó, él respondió que le habían pagado trescientos quetzales (menos de cuarenta dólares) por matarlos. En otra oportunidad, mataron a una persona para robarle cincuenta quetzales (menos siete dólares). De seguro en cada país se contarán historias desagradables como estas.

Pero para Dios, la vida de los seres humanos tiene un costo altísimo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Así es, querido lector, su vida y la mía tienen un precio: La sangre de Jesús. Jesús dio su propia vida para rescatar nuestras vidas, pero a pesar de esto, los hombres y las mujeres continuamos irrespetando la vida, no sólo la de cada uno, sino las de los demás.

Dios no nos hizo como animales, no busquemos comportarnos como ellos, porque fuimos hechos diferentes: “Entonces dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo, el ganado, y en toda la tierra, y sobre todo animal que se desplaza sobre la tierra” (Génesis 1:26).

¡Vamos! Caminemos juntos por el sendero de la vida, que es Cristo, e impactemos a nuestro mundo como hijos de Dios, porque no somos animales.

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