NACIMIENTO DE JUAN EL BAUTISTA
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Conforme a lo que el ángel Gabriel había anunciado a Zacarías, se llegó el tiempo para el alumbramiento y dio a luz a un varón. Los vecinos y parientes oyeron acerca de la misericordia de Dios hacia ella y se gozaron por el nacimiento (Lucas 1:57-58). ¿Cómo no habrían de regocijarse, si Elisabet ya era una anciana y nunca había tenido hijos? Fue un gran acontecimiento considerado como un acto de misericordia de Dios.
Al octavo día de su nacimiento, de conformidad con la ley, fueron a circuncidar al niño y los conocidos lo llamaban Zacarías, pero Elisabet dijo que su nombre era Juan, lo que fue confirmado por su padre, quien escribió en una tabilla el nombre del niño, debido a que él no podía hablar por no haber creído lo dicho por Dios a través del ángel Gabriel, quien le había anunciado que finalmente serían padres. Al escribir el nombre del niño, Zacarías pudo volver a hablar y bendijo a Dios (Lucas 1:59-64).
Al recuperar el habla, Zacarías fue lleno del Espíritu Santo y profetizó acerca del tiempo de salvación que estaba por venir. Bendijo a Dios por visitar y redimir a su pueblo a través del cuerno de salvación que Dios levantaría de la casa del Rey David (Lucas 1:67-69). El cuerno representa el poder monárquico de David, pues cuando él fue nombrado, fue ungido con aceite que estaba depositado en un cuerno de animal (1º de Samuel 16:1, 13). Por esta razón, Zacarías se refiere al Mesías como el “cuerno de salvación”, porque Él sería el Rey Salvador del pueblo de Israel y de todo el mundo, cumpliéndose varias profecías, entre éstas: “Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos: Jehová juzgará los términos de la tierra, Y dará fortaleza á su Rey, Y ensalzará el cuerno de su Mesías” (1º de Samuel 2:10 RV1909); “En verdad juró Jehová á David, No se apartará de ellos: Del fruto de tu vientre pondré sobre tu trono. Porque Jehová ha elegido á Sión; Deseóla por habitación para sí. Allí haré reverdecer el cuerno de David: He prevenido lámpara á mi ungido” (Salmo 132:11, 13, 17 RV 1909).
Zacarías confirmó el cumplimiento profético cuando dijo: “tal como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde antiguo: Salvación de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos aborrecen, para hacer misericordia con nuestros padres y para acordarse de su santo pacto. Este es el juramento que juró a Abraham nuestro padre, para concedernos que, una vez rescatados de las manos de los enemigos, le sirvamos sin temor, en santidad y en justicia delante de él todos nuestros días” (Lucas 1:70-75).
El Mesías haría misericordia con las gentes y daría cumplimiento al pacto de Dios con Abrahán, al que juró que su pueblo sería rescatado de la mano de sus enemigos para que le sirvieran sin temor (Génesis 22:16-18). Pero tal promesa no es sólo para los descendientes de Abrahán por la carne, sino para todos aquellos los creyentes en Cristo: “Como Abraham creyó á Dios, y le fué imputado á justicia. Sabéis por tanto, que los que son de fe, los tales son hijos de Abraham. Y viendo antes la Escritura que Dios por la fe había de justificar á los Gentiles, evangelizó antes á Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. Luego los de la fe son benditos con el creyente Abraham. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente la simiente de Abraham sois, y conforme á la promesa los herederos.”(Gálatas 3:6-9, 29 RV1909).
Respecto al niño Juan, su padre dijo: “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo; porque irás delante del Señor para preparar sus caminos; para dar a su pueblo conocimiento de salvación en el perdón de sus pecados; a causa de la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que la luz de la aurora nos visitará de lo alto; para alumbrar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por caminos de paz” (Lucas 1:76-79). Juan sería un profeta de Dios, iría delante del Mesías para preparar su camino. Zacarías llama al Mesías “luz de la aurora”, porque Él alumbraría a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte.
Pero las gentes se maravillaron por lo acontecido y los habitantes de la región montañosa de Judá se enteraron de lo acontecido. Esto es una evidencia de la veracidad de lo escrito por Lucas, pues nadie negó los hechos relatados. Al contrario, creían que había algo en ese niño porque Dios estaba con él. (Lucas 1:65-66).
Así fue creciendo Juan en edad y fortaleciéndose en espíritu, lo que implicó fortaleza en sabiduría y conocimiento de Dios, así como una vida santa delante del Todopoderoso. (Lucas 1:80).
¡Qué cosa más grande lo que hizo Dios!, porque la redención del mundo estaba próxima en la persona del Mesías, quien nacería seis meses después de Juan. Los planes de Dios son perfectos, involucrando a grandes siervos, como el caso de Juan. Pero sus planes no han concluido; Juan haría el trabajo previo al Mesías, pero a los discípulos del Señor correspondió el trabajo posterior. Ese trabajo aún no ha terminado, por lo que tú y yo debemos proclamar las buenas nuevas de salvación para que los propósitos de Dios alcancen a todos “Y toda lengua confiese para gloria de Dios Padre que Jesucristo es Señor” (Filipenses 2:11).
Vamos querido hermano, hay mucho trabajo por hacer y muchas almas por rescatar.
Pero tú, amigo mío que no has recibido a Jesús como tu Señor y Salvador, no dilates más tu entrada a la salvación, porque por ti también murió Cristo.
¡Alabado sea el Señor!