FRUCTIFICANDO LA TIERRA

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En el primer día de la semana creacional, Dios hizo que la tierra fuera iluminada, acabando con el dominio de las tinieblas sobre la faz de este planeta. En el segundo día, Dios separó una parte del agua que cubría el planeta y la hizo elevarse, pero la tierra continuaba cubierta de agua.

¿Qué ocurrió después? “Entonces dijo Dios: "Reúnanse las aguas que están debajo del cielo en un solo lugar, de modo que aparezca la parte seca." Y fue así. Llamó Dios a la parte seca Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares; y vio Dios que esto era bueno” (Génesis 1:9-10).

Después de ser un planeta acuoso, la tierra pasó a tener partes secas. La parte seca fue denominada por Dios como tierra y a la colección de aguas llamó mares. Esto dio lugar a la formación de continentes, montes, valles, océanos, ríos, riachuelos, manantiales, lagos y todo tipo de nacimientos de aguas, con todo el proceso de irrigación: “Todos los ríos van al mar, pero el mar no se llena. Al lugar adonde los ríos corren, allí vuelven a correr” (Eclesiastés 1:7).

El señorío del agua sobre la tierra había sido reducido a permanecer en su sitio, para que no afectara la porción que después sería poblada por humanos y animales: “¿Quién encerró con puertas la mar, Cuando se derramaba por fuera como saliendo de madre; Cuando puse yo nubes por vestidura suya, Y por su faja oscuridad. Y establecí sobre ella mi decreto, Y le puse puertas y cerrojo, Y dije: Hasta aquí vendrás, y no pasarás adelante, Y ahí parará la hinchazón de tus ondas?” (Job 38:8-11). Aun con todo su ímpetu, el mar permanece en su sitio, así como todas las fuentes hídricas de la tierra. Sin embargo, sus desbordamientos naturales irrigarían la tierra para hacerla fértil para cultivos.

Fue así como Dios descubrió la tierra. A pesar de que el agua continuó siendo dominante en cuanto al territorio que ocupa, las grandes extensiones de tierra hicieron de este planeta un lugar propicio para ser habitado, porque ese fue el propósito desde el principio: “Porque así ha dicho Jehovah--el que ha creado los cielos, él es Dios; el que formó la tierra y la hizo, él la estableció; no la creó para que estuviera vacía, sino que la formó para que fuera habitada--” (Isaías 45:18).

Después dijo Dios: "Produzca la tierra hierba, plantas que den semilla y árboles frutales que den fruto, según su especie, cuya semilla esté en él, sobre la tierra." Y fue así. La tierra produjo hierba, plantas que dan semilla según su especie, árboles frutales cuya semilla está en su fruto, según su especie. Y vio Dios que esto era bueno” (Génesis 1:11-12).

Una vez descubierta la parte seca, Dios dio la orden a la tierra para que produjera toda clase de árboles, arbustos y hierba, dándoles la facultad de dar fruto y semilla para su continuidad. Dios hizo producir en la tierra toda la vegetación.

Dios no sólo hizo producir a la tierra, sino que también creó el mecanismo para que fuera constante el proceso de desarrollo de lo que la ciencia denomina “reino vegetal”: Pero subía de la tierra un vapor que regaba toda la superficie de la tierra(Génesis 2:6).

¿Qué representa el mar para los cristianos?: “Pero los impíos son como el mar agitado que no puede estar quieto y cuyas aguas arrojan cieno y lodo” (Isaías 57:20). A pesar de que Dios puso al mar barreras naturales, siempre es impetuoso. Así son los que no hacen la voluntad de Dios, no pueden estar quietos y tratan de consumir al pueblo de Dios.

Por su lado, Satanás ha buscado corromper a los hijos de Dios mediante el bombardeo de enseñanzas de prácticas y costumbres paganas, emanadas de su boca: “Tras la mujer, la serpiente echó de su boca agua como un río, para que ella fuese arrastrada por el torrente. Pero la tierra ayudó a la mujer. Y la tierra abrió su boca y tragó por completo el río que el dragón había echado de su boca” (Apocalipsis 12:15-16). La tierra ha absorbido esas enseñanzas y sistemas de vida contrarias a la voluntad de Dios.

En la Meditación Semanal # 21 se anotó que los seres humanos, cuando nacemos, somos conectados al sistema de vida y credo de los pueblos a los que pertenecemos, pero es necesario ser separados para formar parte del pueblo de Dios, y que en ese proceso de separación, los creyentes cristianos podemos ver las aguas del pacto con Dios, representadas por el bautismo. ¿Pero qué hay después del bautismo?

Así como Dios separó las aguas de la parte seca, los cristianos debemos pasar por ese proceso de extracción de costumbres y prácticas no acordes con la voluntad de Dios, buscando la santidad y dejando nuestra pasada manera de vivir: “Con respecto a vuestra antigua manera de vivir, despojaos del viejo hombre que está viciado por los deseos engañosos” (Efesios 4:22). Pero no temamos a las tribulaciones de los azotes del mar, porque quien está con nosotros tiene la autoridad para hacerlo callar: “Y despertándose, reprendió al viento y dijo al mar: --­Calla! ­Enmudece! Y el viento cesó y se hizo grande bonanza. Y les dijo: --¿Por qué estáis miedosos? ¿Todavía no tenéis fe? Ellos temieron con gran temor y se decían el uno al otro: --Entonces, ¿quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4:39-41).

Pero Dios también hizo fructificar a la tierra. ¿Qué espera Dios de todo aquel que ha sido iluminado, apartado y santificado? Dios nos ha dado su Espíritu Santo, que es potencia de lo alto para vencer, por lo que debemos mostrar en nuestras vidas el fruto del Espíritu, que es “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, porque los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Ahora que vivimos en el Espíritu, andemos en el Espíritu” (Gálatas 5:22-25). Por supuesto, no deben faltar los “frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:8), “Llenos de frutos de justicia” (Filipenses 1:11), y “fruto de labios que confiesan su nombre” (Hebreos 13:15).

Librados del pecado, como siervos de Dios, es una condición natural tener por fruto la santificación (Romanos 6:22), por lo que es deber de todo cristiano llevar frutos: “Toda rama que en mí no está llevando fruto, la quita; y toda rama que está llevando fruto, la limpia para que lleve más fruto” (Juan 15:2); “Todo árbol que no lleva buen fruto es cortado y echado en el fuego” (Mateo 7:19); “O haced bueno el árbol y bueno su fruto, o haced malo el árbol y malo su fruto; porque el árbol es conocido por su fruto” (Mateo 12:33). Nunca nos apartemos de Cristo, porque es la única forma de llevar buen fruto: “Yo soy la vid, vosotros las ramas. El que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto. Pero separados de mí, nada podéis hacer. En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis mis discípulos” (Juan 15:5,8).

Apreciado lector, ¿ha extraído de su vida las prácticas y costumbres paganas, así como las enseñanzas equivocadas? Será de bendición para su vida si usted lucha por su santidad, pero recuerde que también debe dar frutos espirituales, no olvidando compartir el evangelio con aquellos que no conocen al Señor, o que sabiendo de Él, viven contrario a su voluntad.

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