¿DOLOR O GOZO?

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A la mujer dijo: --Aumentaré mucho tu sufrimiento en el embarazo; con dolor darás a luz a los hijos…” (Génesis 3:16).

Por causa del pecado de Eva Dios pronunció la sentencia contra ella, que a su vez pasaría a sus descendientes femeninas. Del texto Escritural se desprende que ella recibió como castigo el aumento de sufrimiento en el embarazo y el dolor para dar a luz. Este es un tema muy discutido por muchas mujeres. En el ejercicio ministerial, muchas hermanas y amigas se me han acercado para indagar acerca de este tema.

Por no ser mujer, yo no puedo entender la magnitud de los padecimientos durante el embarazo (talvez me imagino, pero de seguro no me aproximo a lo real). Las mujeres sufren mucho. Yo soy el padre de dos hermosos hijos (niña y niño), además de dos pérdidas lamentables que tuvo mi esposa antes de los hijos nacidos. Los cuatro embarazos le provocaron además de los cambios notables, incomodidades que la hicieron sufrir hasta el mismo día del alumbramiento. Mis hijos nacieron mediante cesárea, así que no hubo dolores de parto (aunque mi esposa dice haber sufrido dolores con los hijos nonatos). ¡Cuánto sufren las mujeres!

¿Qué significa dar a luz? Cuando mi esposa estaba embarazada, yo palpaba su vientre para sentir los movimientos. No puedo describir la alegría de mi esposa al sentir a la criatura que llevaba en su vientre. Así como no puedo entender cuán grande es el sufrimiento, tampoco puedo entender cuán grande es la alegría y la satisfacción de llevar una vida en el interior.

Entonces veo dos consecuencias relevantes del embarazo: Gozo y dolor. La primera es producida por la conexión tan perfecta entre madre-hijo desde la concepción y la segunda proviene de formar a ese ser en el vientre y de traerlo al mundo. ¿Cuál de las dos tiene mayor impacto? ¿El gozo o el dolor?

Si la mujer gira su vista hacia el gozo, entonces llega a considerar al dolor como pasajero, haciendo que el gozo sea permanente después del alumbramiento. Pero si pone toda su atención en el dolor, es posible que no disfrute a plenitud del placer producido por esa nueva criatura.

Jesús dijo esto: “La mujer, cuando da a luz, tiene angustia, porque ha llegado su hora. Pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda del dolor, por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo” (Juan 16:21). Con esto Jesús nos enseña que el gozo es superior al dolor.

Sin embargo, más allá de los sufrimientos de la mujer, considerando al pueblo de Israel como la mujer profética, encontramos que ese pueblo también padeció para darnos el gozo de disfrutar de la redención: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol y con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, gritaba con dolores de parto y sufría angustia por dar a luz. Ella dio a luz un hijo varón que ha de guiar todas las naciones con cetro de hierro. Y su hijo fue arrebatado ante Dios y su trono” (Apocalipsis 12:1-2,5).

Pero no sólo la mujer padeció, también su Hijo: “Fue despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y experimentado en el sufrimiento. Y como escondimos de él el rostro, lo menospreciamos y no lo estimamos. Ciertamente él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Nosotros le tuvimos por azotado, como herido por Dios, y afligido” (Isaías 53:3-4); “Hombres de Israel, oíd estas palabras: Jesús de Nazaret fue hombre acreditado por Dios ante vosotros con hechos poderosos, maravillas y señales que Dios hizo por medio de él entre vosotros, como vosotros mismos sabéis. A éste, que fue entregado por el predeterminado consejo y el previo conocimiento de Dios, vosotros matasteis clavándole en una cruz por manos de inicuos. A él, Dios le resucitó, habiendo desatado los dolores de la muerte; puesto que era imposible que él quedara detenido bajo su dominio” (Hechos 2:22-24).

También los hijos de Dios hemos de padecer un poco por causa del evangelio, pero hay promesa de parte del Señor: “De cierto, de cierto os digo que vosotros lloraréis y lamentaréis; pero el mundo se alegrará. Vosotros tendréis angustia, pero vuestra angustia se convertirá en gozo. La mujer, cuando da a luz, tiene angustia, porque ha llegado su hora. Pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda del dolor, por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros, por cierto, tenéis angustia ahora; pero yo os veré otra vez. Se gozará mucho vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo” (Juan 16:20-22).

Como corolario de este Meditación, podemos apreciar:

1. Los hombres tenemos la responsabilidad-privilegio de amar, cuidar y comprender a nuestras esposas.

2. Las mujeres tienen la responsabilidad-privilegio de emanar de sus propios cuerpos, nuevas criaturas que nos llenan de gozo. Cada mujer debe poner su vista en el gozo de la nueva criatura más que en el dolor.

3. Todos, hombres y mujeres, debemos prestar atención a los padecimientos de nuestro Señor por causa de nosotros, entregar nuestras vidas al servicio y obediencia de Dios, y de seguro, recibiremos el gozo permanente de nuestro Redentor.

Benditas sean las mujeres y bendito sea el pueblo de Dios.

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