DESTRUYENDO EL TEMPLO
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Antes de su muerte, el Rey David proveyó materiales en gran abundancia para la construcción de un templo para Dios. El Templo de Jerusalén fue un santuario del pueblo de Israel, situado en la explanada del monte Moriah, en la ciudad de Jerusalén. David encargó a su hijo Salomón que construyera el templo, tal como Dios lo había mandado.
Después de 7 años de arduo trabajo, el templo fue concluido aproximadamente en el año 989 adC. Ese templo fue llenado con la gloria de Dios (“Y los sacerdotes no pudieron continuar sirviendo por causa de la nube, porque la gloria de Jehovah había llenado la casa de Jehovah.” 1º de Reyes 8:11)
Pero esa alegría no duró mucho tiempo, porque después de la muerte de Salomón, su hijo Roboam reinó en su lugar. Al principio de su reinado, el reino fue divido en dos, por lo que él reinó solamente sobre dos tribus en el Reino de Judá. Pero Judá hizo lo malo ante los ojos de Dios, por lo cual, aproximadamente en el año 955 adC, Sicac rey Egipto peleó contra ellos y saqueó los tesoros del templo.
Aproximadamente en el año 810 adC, Joás el rey de Israel invadió el Reino de Judá y tomó todo el oro, la plata y los vasos que fueron hallados en el templo. Más tarde, durante el reinado de Acaz sobre Judá, él hizo lo malo ante los ojos de Dios. Aproximadamente en el año 740 adC, debido a la guerra que Siria estaba por hacer con Judá, Acaz regaló el oro y la plata del templo al rey de Asiria para que lo protegiera de los sirios. Cuando Ezequías reinaba sobre Judá, aproximadamente en el año 722 adC, él tuvo que pagar tributo al rey de Asiria, por lo cual le dio la plata y las puertas del templo con sus marcos.
Aproximadamente en el año 597 adC, durante el reinado corto de Joaquín, Nabucodonosor, rey de Babilonia, sacó todos los tesoros del templo y rompió en pedazos todos los utensilios de oro. Pero aproximadamente en el año 586 adC, el siete de Av, que es el mes quinto, Nabuzaradán, capitán de la guardia de Babilonia destruyó el templo que con tanto esfuerzo fue construido por Salomón. La Biblia registra este trágico suceso: “El séptimo día del mes quinto del año 19 de Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia, servidor del rey de Babilonia. Incendió la casa de Jehovah, la casa del rey y todas las casas de Jerusalén; incendió todo edificio grande. Los caldeos destrozaron las columnas de bronce que estaban en la casa de Jehovah, así como las bases de las pilas móviles y la fuente de bronce que estaban en la casa de Jehovah; y se llevaron el bronce a Babilonia. También se llevaron las ollas, las palas, las despabiladeras, los cucharones y todos los utensilios de bronce con que servían. El capitán de la guardia se llevó también los incensarios y los tazones para la aspersión, tanto los de oro como los de plata. En cuanto a las dos columnas, la fuente y las bases de las pilas móviles que Salomón había hecho para la casa de Jehovah, no hubo manera de pesar el bronce de todos estos objetos” (2º de Reyes 25:8,9,13-16); “La casa de nuestro santuario y de nuestra gloria, en la cual te alabaron nuestros padres, ha sido consumida por el fuego. Todas nuestras cosas más estimadas han sido destruidas” (Isaías 64:11).
Aquél templo hermoso que fue lleno de la gloria de Dios, fue reducido a escombros y al oprobio de los pueblos, 403 años después de su construcción. Durante cuatro siglos, Dios soportó el pecado de los judíos, hasta que su maldad trajo la ruina.
Después del retorno de la cautividad de Babilonia, durante el imperio medo-persa, el templo de Jerusalén fue reedificado aproximadamente en el año 417 adC. Para los judíos fue una fiesta de gran alegría, porque nuevamente podrían servir a Dios en el templo. A este se le llamó “Segundo Templo”. Pero el pueblo continúo desobedeciendo a Dios, por lo que sus enemigos hacían presa de ellos. Aproximadamente en el año 169 adC, Antíoco IV Epífanes invadió Jerusalén y saqueó este templo.
Cuando Herodes el Grande se convirtió en rey de Judea, el edificio había sufrido considerablemente a causa de desintegración natural, así como de los ataques hostiles de los ejércitos. Herodes, deseoso de obtener el favor de los judíos se propuso reconstruirlo. El trabajo se inició aproximadamente en el año 25 adC y llevó a cabo un gran trabajo y gasto, llenando al templo de esplendor. Por esta razón se le llamó “Templo de Herodes”. Fue precisamente de ese templo del cual nuestro Señor Jesucristo echó a los mercaderes que lo habían convertido en cueva de ladrones y centro de negocios. El pueblo continuaba alejado de la voluntad de Dios, por lo cual Jesús profetizó esto: “Cuando Jesús salió y se iba del templo, se le acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Y él respondiendo les dijo: --¿No veis todo esto? De cierto os digo que aquí no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada” (Mateo 24:1-2).
Esa profecía se cumplió en el año 70 de nuestra era, cuando Tito, el general romano, invadió Jerusalén y destruyó el templo un 9 de Av del calendario judío, curiosamente 2 días después del aniversario 656 de la destrucción del templo de Salomón.
Han trascurrido casi 2600 años desde la destrucción del templo de Salomón. y más de 1900 de la destrucción del templo de Herodes. Es importante que consideremos que en la actualidad, el templo de Dios está constituido por los creyentes en Jesucristo (1ª a los Corintios 3:16-17) y por toda la Iglesia (Efesios 2:21).
Por el pecado de Israel, aquellos majestuosos templos fueron destruidos. Considerando que cada creyente es templo del Espíritu Santo, debemos considerar que ninguna gloria será suficiente para permanecer con dignidad frente a Dios, si persistimos en vivir contra sus mandamientos o contaminando este templo corporal con cosas que desagradan a Dios. Recordemos lo escrito en la Palabra de Dios: “Si alguien destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque santo es el templo de Dios, el cual sois vosotros” (1ª a los Corintios 3:17).
Amigo y hermano, vivamos conforme a la voluntad de Dios para ser verdaderos templos de adoración