INSTRUYENDO AL NIÑO

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El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. Iban sus padres todos los años a Jerusalén, para la fiesta de la Pascua (Lucas 2:40-41).

Una vez José, María y Jesús regresaron de Egipto para residir en Nazaret, Jesús se convirtió un habitante más de la ciudad, pero no cabe duda de que fue un niño bien instruido por sus padres en el conocimiento de las Escrituras.

La observancia de la Torah fue relevante para su formación. Cada año, Jesús subía con sus padres a Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua. Un niño con sabiduría en aumento no perdería detalle de cada uno de los eventos de la festividad. Jesús siguió celebrando la Pascua cada año en Jerusalén, hasta el día en que murió precisamente el 14 del primer mes hebreo.

Claro, Jesús era el Hijo de Dios, concebido por el Espíritu Santo, pero esto no lo apartó de la necesidad de aprender durante su proceso humano.

Sin embargo, aquellos a quienes Dios les ha dado la dicha de ser padres, no debemos olvidar que nuestra responsabilidad-privilegio es grande. Cada niño hebreo debía ser muy bien instruido en la Torah: “"Estos, pues, son los mandamientos, las leyes y los decretos que Jehovah vuestro Dios ha mandado que os enseñara, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis para tomarla en posesión. Son para que temas a Jehovah tu Dios, tú con tu hijo y el hijo de tu hijo, guardando todos los días de tu vida todas sus leyes y sus mandamientos que yo te mando, a fin de que tus días sean prolongados. Escucha, pues, oh Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te vaya bien y seas multiplicado grandemente en la tierra que fluye leche y miel, como te ha prometido Jehovah, Dios de tus padres. "Escucha, Israel: Jehovah nuestro Dios, Jehovah uno es. Y amarás a Jehovah tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. "Estas palabras que yo te mando estarán en tu corazón. Las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas sentado en casa o andando por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Las atarás a tu mano como señal, y estarán como frontales entre tus ojos. Las escribirás en los postes de tu casa y en las puertas de tus ciudades” (Deuteronomio 6:1-9).

Nosotros vivimos tiempos diferentes, pero el mandamiento de Dios de instruir a nuestros hijos continúa vigente. Los cristianos debemos enseñar a nuestros hijos principios y valores, pero todo debe estar sustentado en el reconocimiento de Jesucristo como el Salvador y Redentor, y en la obediencia a los mandamientos de Dios. Esto debe ser enseñado y repetido sin parar.

¿Por qué la falta de valores y el irrespeto por la vida? Todos podemos hacer la diferencia en este mundo de maldad para cambiar nuestro presente, pero debemos instruir a nuestros niños para que el futuro sea mejor: “Instruye al niño en su camino; y aun cuando sea viejo, no se apartará de él” (Proverbios 22:6).

En la Palabra de Dios encontramos a un joven llamado Timoteo, cuya fortaleza había sido recibida desde la niñez: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te has persuadido, sabiendo de quienes lo has aprendido y que desde tu niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por medio de la fe que es en Cristo Jesús” (2ª a Timoteo 3:14-15).

Querido lector, que cada uno de sus niños tenga su propia Biblia. Lean la Palabra de Dios juntos, cuénteles sus fascinantes historias, enséñeles a orar y a confiar en Dios. Pero no se olvide de coronar su enseñanza con su buen ejemplo, para que todo lo que diga tenga el peso de una buena conducta.

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