ARMONÍA MATRIMONIAL
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“Y Jehová Dios hizo caer sueño sobre Adam, y se quedó dormido: entonces tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar; Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y trájola al hombre. Y dijo Adam: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne: esta será llamada Varona, porque del varón fué tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y llegarse ha á su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adam y su mujer y no se avergonzaban. Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva; por cuanto ella era madre de todos lo vivientes.” (Génesis 2:21-25; 3:20 RV1909)
Tal como vimos en la Meditación Semanal # 51, en el relato Bíblico, varón (hombre) se escribe “ish” ( ) y varona (mujer) “ishah” ( ).
En ambos nombres genéricos se comparten las dos letras ( -esh) que juntas se traducen como “fuego”.
Además de las letras que el ish y la ishah tienen en común, hay dos letras que no se comparten. Estas letras son (Yah), las cuales corresponden además a las primeras dos letras del nombre de Dios ( ) y a las dos letras del nombre hebreo del Hijo de Dios ( ). Estas dos letras aparecen varias veces en el Antiguo Testamento y corresponden a la contracción de Jehovah o Yahveh, que en distintas versiones Reina-Valera fue vertido como “Jah”.
Esas dos letras que el hombre y la mujer no tienen en común, la diferencia que hay entre ambos, al unirse reflejan la armonía entre el Hijo de Dios y su Iglesia, en donde Cristo es la cabeza y la Iglesia es el cuerpo: “porque el esposo es cabeza de la esposa, así como Cristo es cabeza de la iglesia, y él mismo es salvador de su cuerpo. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, de igual manera las esposas lo estén a sus esposos en todo. Esposos, amad a vuestras esposas, así como también Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, a fin de santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua con la palabra, para presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que sea santa y sin falta. De igual manera, los esposos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propio cuerpo; más bien, lo sustenta y lo cuida, tal como Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. Grande es este misterio, pero lo digo respecto de Cristo y de la iglesia. Por tanto, cada uno de vosotros ame a su esposa como a sí mismo, y la esposa respete a su esposo” (Efesios 5:23-33).
De manera que cuando se rompen las reglas del matrimonio y se deshonran mutuamente, deshonran al Hijo de Dios, porque el rompimiento del orden, de la armonía y del amor en el matrimonio, es tan deshonroso como si la Iglesia y Cristo vivieran en desorden.
Querido lector: La armonía en tu matrimonio depende en gran parte de que tú cumplas tu rol y seas amoroso y respetuoso del orden establecido por Dios. Pero no debes olvidar ser temeroso de Dios y andar en sus caminos, porque entonces gozarás de sus bendiciones: “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehovah y anda en sus caminos: Cuando comas del trabajo de tus manos, serás feliz, y te irá bien. Tu mujer será como una vid que lleva fruto a los lados de tu casa; tus hijos serán como brotes de olivo alrededor de tu mesa. Así será bendecido el hombre que teme a Jehovah. Jehovah te bendiga desde Sion! Que veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida. Que veas a los hijos de tus hijos. La paz sea sobre Israel!” (Salmo 128).