SIMIENTES ENEMISTADAS

Y Jehová Dios dijo á la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida: Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:14-15 RV1909).

Entonces Dios, quien paga a todos conforme a sus obras, maldijo a la serpiente a andar sobre su pecho, a alimentarse de polvo y a ser pisoteada por la simiente de la mujer. Notemos que a la serpiente no la interroga ni le da la oportunidad para defenderse o arrepentirse. Hasta la fecha, la serpiente es uno de los animales más despreciados entre las criaturas de Dios.

Pero la sentencia iba más allá de maldecir al pobre animal, sino que la maldición era para aquél que la usó, pues las serpientes literales en la actualidad no se alimentan precisamente de polvo, sino que tienen otra dieta alimenticia. En cambio, Satanás fue maldecido por haber engañado a la mujer y está condenado a vivir de la desgracia del ser humano, pues el humano es polvo: “Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste tomado. Porque polvo eres y al polvo volverás” (Génesis 3:19).

La sentencia contra el Diablo incluyó que después de haber sido un ser espiritual cercano a Dios, fue rebajado a arrastrarse en la tierra, la cual se constituyó en su morada y prisión. Satanás se goza de la desgracia del ser humano y actualmente está más enfurecido contra él: “Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar” (1ª de Pedro 5:8).

Además, Satanás fue vuelto enemigo de la mujer profética: Israel, cuya simiente es el Mesías, el Hijo de Dios: “Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. El dragón se puso de pie delante de la mujer que estaba por dar a luz, a fin de devorar a su hijo en cuanto le hubiera dado a luz. Ella dio a luz un hijo varón que ha de guiar todas las naciones con cetro de hierro. Y su hijo fue arrebatado ante Dios y su trono” (Apocalipsis 12:4-5).

La simiente de Satanás son todos aquellos que le obedecen y se someten a sus mentiras, tal como lo enseñó el Hijo de Dios: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y queréis satisfacer los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el principio y no se basaba en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo propio habla, porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8:44).

Juan escribió: “El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto fue manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo” (1ª de Juan 3:8).

Por lo tanto, hay enemistad entre los que obedecen la voz de Satanás y entre el Mesías: “¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, cualquiera que quiere ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4).

Al Diablo le fue dado poder herir en el talón al pueblo de Dios, lo que da la pauta que tiene autorización para hacer desviar a los hijos del Omnipotente. Pero a cambio, la simiente de la mujer, el Hijo de Dios, pisoteó a la serpiente en la cabeza y la echó por tierra, concediéndole sólo un poco de tiempo, porque sus días están contados: “Estalló entonces una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles pelearon contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles pelearon, pero no prevalecieron, ni fue hallado más el lugar de ellos en el cielo. Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama diablo y Satanás, el cual engaña a todo el mundo. Fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados junto con él. Oí una gran voz en el cielo que decía: "­Ahora ha llegado la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo! Porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Y ellos lo han vencido por causa de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, porque no amaron sus vidas hasta la muerte. Por esto, alegraos, oh cielos, y los que habitáis en ellos. ­Ay de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido a vosotros y tiene grande ira, sabiendo que le queda poco tiempo."” (Apocalipsis 12:7-12).

La enemistad ahora es contra todos aquellos que hayan sido lavados con la sangre del Cordero, porque Satanás sabe que a través del sacrificio de Cristo, cualquier hombre que reciba y obedezca al Hijo de Dios es capaz de derrotarlo: “Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue para hacer guerra contra los demás descendientes de ella, quienes guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17). Esto quiere decir que el Diablo es enemigo de los que además de tener el testimonio de Jesucristo, guardan los mandamientos de Dios.

¿Quiénes son los que resultan heridos en el calcañar por Satanás? Solamente aquellos que le dan lugar, los que se separan en cualquier instante de sus vidas del resto del rebaño y se acercan al límite entre lo santo y lo profano o más allá: “El que cava un hoyo caerá en él, y al que rompa el cerco le morderá una serpiente” (Eclesiastés 10:8); “ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:27)

¿Es usted simiente santa? Una respuesta positiva de su parte implica que guarda los mandamientos de Dios y tiene el testimonio de Jesucristo. ¿Pero que hay de aquellos que dicen haber creído en Cristo pero no le obedecen?: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Y si alguno peca, abogado tenemos delante del Padre, a Jesucristo el justo. El es la expiación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. En esto sabemos que nosotros le hemos conocido: en que guardamos sus mandamientos. El que dice: "Yo le conozco" y no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios ha sido perfeccionado. Por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él debe andar como él anduvo” (1ª de Juan 2:1-6). ¿Ama usted a Jesús? Entonces usted debe prestar atención a estas palabras del Señor: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15 RV1909).

Querido lector, esta no es una Meditación acusatoria, sino de reflexión, para que no demos lugar a que la serpiente nos muerda el calcañar, y así con libertad se cumpla esto en nosotros: “…­Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio de la paz…” (Romanos 10:15).

Si desea una copia electrónica, descarge el archivo en formato PDF que se encuentra abajo